miércoles, 16 de abril de 2008

Una Rosa intentando florecer en otro jardín

Rosa Cristancho, mujer, hija, hermana pero sobre todo madre y padre a la vez, decidida a dejar todo aquello que poseía en su país natal por buscar un mejor porvenir para ella y su hija

Rosa es una persona que ante todo reconoce que vivir en otro país no es fácil, y que no pierde el amor hacia su trabajo, se levanta cada mañana con el mismo entusiasmo y carisma para comenzar nuevamente su faena diaria. Resalta la parte más importante y representativa de su vida: emigrar.

Pese a la incredibilidad de su familia y con la ayuda de una de sus amigas, partió hace ya tres años hacia un rumbo distinto, llena de interrogantes, pero segura de su finalidad: un mejor futuro para su hija.

Hablemos del momento antes de partir ¿Cómo era su vida aquí en Venezuela?


-Empiezo por decir que nadie es profeta en su tierra, yo allá tenía mi trabajo y mi familia cerca, pero debo decir que tengo una hija a la que amo y como madre he deseado que ella sea alguien en la vida. De verdad veía que con el sueldo que tenía no podría cumplir dicho sueño y en mi cabeza empecé a maquinar, de repente, se me vino la idea de venir a España, pero tengo que confesar que era feliz en mi país, por el hecho de estar con mis seres queridos.

Cuando llegó a España, un país diferente, tecnológica y socialmente más desarrollado que el suyo ¿Causó algún impacto en usted? Es decir ¿llenó las expectativas que llevaba?

-Ninguno, porque creía que era diferente, a decir verdad mi país es más bonito, y como siempre lo he dicho, de España me gustó desde el principio el Euro y el jamón serrano, nada más.

¿Cómo fue la experiencia de toparse con nuevas culturas, costumbres, y creencias?

-A más o menos quince días de estar aquí, empecé a trabajar, por lo cual comencé a conocer las costumbres y a las personas, y como se dice: “En la villa del señor hay de todo, buena y mala gente”. Con respecto a la comida y lo demás me adapté muy bien y rápidamente, en realidad no fue un cambio tan drástico, lo único que de verdad me hacía falta era mi familia, mi mamá y mi hija.

¿Cuál es la costumbre que aún no deja a pesar del tiempo que lleva lejos de su casa?

-El comer arroz, ir todos los domingos a misa y seguir con las metas que me propuse y que poco a poco he ido cumpliendo, las cuales son trabajar muy fuerte para darle a mi hija sus estudios y que así el día de mañana tenga su título universitario, ayudar a mi familia y comprar un apartamento para el futuro de mi hija.

¿Y qué traería usted de la cultura española que considere pueda sernos útil aquí en Venezuela?

-De verdad me fascina ver a las personas mayores que tienen un espíritu increíble, es gente alegre, la mayoría de ellos van a natación, danza y muchas actividades, eso le falta a mi país, tomar en cuenta a las personas mayores. Aquí los ayuntamientos les proporcionan una serie de actividades, ventajas y beneficios en diferentes ámbitos, y es una de las cosas que más admiro del gobierno español, el interés que les tienen, esa sería una de las cosas que llevaría y propagaría allá.

¿Cómo es la vida de una persona que un día decide emigrar en busca de un sueño?

-Bien. De Europa, España es el país que mejor acoge a los emigrantes, pero es difícil, porque aunque tú llegues a tener documentos de residencia, nunca serás más que un emigrante. Para mí, de corazón no ha sido tan malo, pues por lo menos el ir a misa me fortalece, y es allí donde me siento mejor, porque al momento de darnos la paz no hay diferencia de raza, nacionalidad, estatus social, de nada y eso me hace sentir como en mi país. No me arrepiento de haberme venido porque mi motivo de estar aquí, mi hija, no me ha defraudado, sino al contrario me ha dado muchas alegrías.

Si le dieran la oportunidad de regresar el tiempo ¿Cree usted que podría, simplemente, no irse? O ¿qué sería lo que cambiaría?

-De corazón, voy a decir lo que siento. Haría exactamente lo mismo porque en la vida hay circunstancias y momentos por los que no hubiese querido pasar. El hecho de que mi madre murió estando yo aquí y no poder ir a verla y saber que el día que regrese ella no va a estar esperándome en el aeropuerto como lo hizo el día en que me vine, eso es lo que cambiaría, pues ha sido el dolor más grande que he experimentado, mientras que la alegría más grande fue ver llegar a mi hija aquí a España y abrazarla después de casi tres años extrañándola.

¿Ha experimentado algún cambio en su estancia en España? Es decir ¿Cómo era la Rosa que vivía en Venezuela y cómo es la de ahora que lleva tres años sin su familia en otro país?

-He aprendido a valorar muchas cosas, a amar a mi familia, a tener más responsabilidad, a saber que el mejor gusto que puede tener uno en la vida es conseguir lo que quiere por sus propios méritos y a saber que el ser humano está capacitado para realizar cualquier cosa que se proponga en la vida.

¿Cuál es su visión de España después de esos tres años residenciada? y ¿Cueles son sus planes para el futuro?

-Al tener tres años en España, demostrándolo, te dan los papeles o documentos de residencia, después de eso se puede conseguir un trabajo mejor, incluido seguro social y creo que trabajaré aquí hasta que me jubile, que son unos 15 años más, después regresaré a Venezuela teniendo en cuenta que mi hija será ya una profesional y estará estable económica y emocionalmente, y yo viviré de mi jubilación con mis hermanos y con mis nietos para contarles todas las anécdotas que me hicieron, aún mas, crecer como persona, en el tiempo que viví en España.